Miaco tiene sueño y las manos le duelen. Los dedos no son piel, sino arpillera, y el roce del maíz parece abrir la saca de sus manos y hacer rebosar la paja que se guarda dentro. Paja roja.
Miaco no llora nunca y las lágrimas que no caen dejan rastros fantasmagóricos en las mejillas de la gente. Son muescas en la madera, madera golpeada hasta poder tallarla al gusto de quien toma el martillo.
Miaco oyó una vez decir al Patrón que al mezclarse la sangre se merma la vida. Su abuelo le hizo de padre y a su madre de esposo, hasta que entraron en los campos y le reventaron los sesos de un tiro. Está enfermo porque sus huesos y su sangre no son de la semilla de un blanco. Oye a su madre llorar cuando toma los bebedizos de la vieja después de que lloren sobre ella los blancos. Miaco tiene dolores en la cabeza, como si no le cupiese el cerebro y sus gruesos labios reventasen sobre una mandíbula demasiado pequeña, pero a veces se alegra de no ser el bastardo de su Patrón.
Linda, antes Rixse, dice que eso que tiene Miaco y que le mantiene en pie se llama orgullo. Un día Miaco pensó que eso era bueno, y Linda, antes Rixse le dijo que los tiros le dan antes al guerrero erguido que al que se esconde acuclillado. Miaco sabría que antes no era así, si te acuclillabas entre las hojas del maíz tu propio hermano te rasgaba el cuello y si alzabas el rostro al Sol antes de combatir vivías después de muerto, pero no tiene tiempo para murmurar del pasado.
Durante el día golpea el maíz y después lo lleva a la espalda, pero es el peso de las palabras el que le derrumba poco a poco, hasta que la Luna se roba la luz diurna y a Miaco le roba la conciencia el sueño. Cuando su Rey no ha enviado oro el oro aplasta huesos, pues el Patrón hace bailar su bastón y el palo dorado de los caciques no lleva justicia sino que llueve sangre. Esas noches a Miaco le duele dormir y se concentra en lo que oye decir, que el año que viene o antes le calentarán la cama cuando no sueñe y los llantos que siempre contiene los compartirá con las putas de los blancos. Las mujeres sí lloran, y Miaco tratará de convencerse de que entonces la injusticia ha de dolerles menos, o la culpa vibrará en su voz cuando les hable con la sequedad del maizal podrido entre los labios. Si pueden echarla a base de lágrimas.
No hay esperanza en los maizales y el jacarandá y el aguacate huelen igual de amargos. No hay esperanza en los maizales y todos los Miacos asfaltarán el camino a todos los Patrones hacia lo alto de las pirámides escalonadas. No hay esperanza en los maizales, tan solo hojas amarillas que aplasta la sangre que se pega a los zapatos de los blancos.
No hay esperanza en los maizales.
Imagen: http://es.123rf.com/photo_3454671_un-blanco-y-negro-paisaje-de-un-campo-de-maiz.html
Fotógrafo: Richard Nelson.
Con este relato me reafirmo en lo que te dije en twitter el otro día: escribes muy bien ^^
ResponderEliminarEs curioso, pero casi desde el principio he pensado que iría sobre el tema de blancos/negros y la esclavitud, será porque ahora está tan de "moda" con las películas de Django y Lincoln...
Te animo a seguir escribiendo, que ese talento no puede quedar desperdiciado ;)
*Arantxa M.*
Muchas gracias, Arantxa ^^
EliminarMe hace gracia lo que dices porque ni me di cuenta, quiero decir, que no me había enterado de los argumentos de Django y Lincoln y con tu comentario caí ;D Al menos el relato estará a tono con el ambiente, aunque muy esperanzador no es...
Seguiré escribiendo, que últimamente me encuentro muy inspirada (y si me comentan ya me subo por las paredes jojojo).
Besos,
Sol :3