viernes, 7 de diciembre de 2012

Tu me manques més que al Sol la Lluna,

que a les estreles la mar, on la seva llum cau

i s'enfonsa més enllà. Tu me manques més

que a la musa la música, que a la nit el desert

i al córrer del riu la llúdria.

Tu me manques més

que al poeta l'amor, que a l'amant la paraula i a qui en parla

la fredor.

Tu me manques més que a l'hivern els que no estan,

a l'estiu

les rutines

i als arbres la tardor. Allò que tu me manques,

he de dir-t'ho, és més del que s'estima

la primavera el ressol.

[Tu me manques.]


Una poesía en valenciano, porque solo así podía darle esta sonoridad, y porque Tu me manques es una de las expresiones más románticas que nunca vas a oír. Traduzco el poema al castellano para que alguien lo entienda, pero el Tu me manques, que es una forma más literaria de decir Te echo de menos o; lo dejo tal cuál. Cualquiera de las transcripciones (Tú me faltas) que yo pueda conocer, al español, lo estropea.


Tu me manques más que al Sol la Luna, que a las estrellas el mar, dónde su luz cae y se hunde más allá. Tu me manques más que a la musa la música, que a la noche el desierto y al correr del río la nutria. Tu me manques más que al poeta el amor, que al amante la palabra y a quien lo habla la frialdad. Tu me manques más que al invierno los que no están, que al verano las rutinas y a los árboles el otoño. Lo que tu me manques, tengo que decírtelo, es más de lo que quiere la primavera al resol.
[Tu me manques.]


Imagen: objetivomalaga.diariosur.es

sábado, 17 de noviembre de 2012

María y el beso

-Dale tiempo al tiempo, María. Dale tiempo al tiempo.
No puede darle tiempo al tiempo. ¿De dónde lo iba a sacar? Tiene las manos vacías, de vida, de luz, de oxígeno por respirar.
En su mejilla derecha descansan las marcas de un bofetón que ahora mismo se proyecta inolvidable en la memoria de ayer. En la izquierda no hay rastro alguno, pero en los labios lleva la huella de un beso.
Ella lo echa de menos, como las calles ruinosas a las pisadas vívidas, como la vena seca a la sangre que solía bombear. Sin embargo, parece que es la única que lo extraña a su lado; ese beso, ya desafortunadamente un recuerdo, lo tienen bien presente todos los demás. Y ni siquiera lo han probado.
Pero está claro que piensan que les pertenece. Por cómo lo diseccionan, cruelmente, la b por un lado y la o por el otro. Pomposo fruncir de labios encadenado y esposado, una camisa de fuerza aprisionando el público unir de bocas.
Por cómo hablan de él en las esquinas, y los más osados, en su cara también. Por cómo difuminan su esencia del corazón de María al mirarla de reojo, y acentúan la sensación de pérdida que aquel beso le robó por un instante.
Porqué los instantes no son eternos, y porqué las bofetadas sí, son preguntas sin respuesta que el corazón de María no cesa de formular.
Dicen que el cambio, la evolución, el descubrimiento son etapas de la vida que en la adolescencia se estiran como chicles temerosos de despegarse de la suela de ese zapato perfecto. Sin embargo, María ha subido cada escalón a la velocidad de un cohete a la Luna; ha pasado por la culpa, por la auto compasión, por la despreocupación y por el enamoramiento en apenas tres días.
Estos cuatro sentimientos se han mezclado en su mirada, pues allí se instalaron tras nacer en el baile de lenguas que hará poco dominaron la antesala tras sus incisivos prominentes. En un segundo o en otro, de la media hora a los tres cuartos, a María la recorrían disculpas mudas por hacer lo que no debe. Lágrimas gordas que escondería entre paquetes de Kleenex. Una risa fácil, aunque insegura, pintando vibrante el rótulo de 'Solo probamos' que trataba de instalarle a su alma. Y derruyendo todo intento de quitarle hierro al asunto, de poner faldas con pantalones de nuevo, el indómito palpitar de su corazón al recordar por un instante (nunca eterno); aquel beso.
Sin embargo, me repite machacona María tras participar inevitablemente en el carnicero degüello de su sonado beso, no se trata de lo que sintiera o lo que dejase de sentir. Es imposible hallar respuesta a semejante cuestión, trascendental para trazar a sus besos venideros el camino correcto, mientras no haya reposado en el ambiente este primero tan especial. Mientras no triunfe el olvido y pierda el cotilleo, y un día sea María la única dueña del que, aunque no se note, es solo SU beso.
Así que habrá que concentrarse en desmentirlo todo. En airear falsas certezas y, si alguien insiste en visionar aquella noche el fundido entre dos labios, desmembrar su seguridad a base de nuevos besos. Políticamente correctos, esta vez.
Me gustaría decirle a María que se olvide de todo y de todos. Que la bofetada de su tía no es más que la personificación física de los rumores hirientes, y por tanto, fácil de ignorar también. Que se concentre en el cóctel emocional que ha despertado entre sus dientes. Que descubra, por favor, si fue cosa de una noche y de probar o si ese juego pícaro ha devenido en una historia digna de buscarle un final. Feliz.
Pero sé, en el fondo lo sé, que tiene razón y que lo mejor que podemos hacer es preocuparnos de la reputación. De que su tía respire tranquila cuando el domingo, en misa, con palabras divinas y coros aniñados defiendan a capa y espada el verdadero amor (entre nene y nena, no lo dudes. Porqué Dios sí puede besar a sus hijos, con o de la buena, es otra pregunta sin respuesta).
Y a pesar de que le voy a hacer caso, de que no nombraré ya más ese beso que levanta tantas sospechas e inspira pareados (mordaces)... yo soy de las que jurarían, con la mano en el pecho, que mi amiga lleva en el corazón un amor por el brillo de labios.
PD: o, mejor dicho, por su sabor.

domingo, 26 de agosto de 2012

Oh Capitán Capitancito


Oh capitán capitancito,
Tú que marchas a la mar.
Aunque a tu lado no pueda escaparme,
Hoy mi rostro sabe a sal.
Oh capitán capitancito,
Tú que la tierra dejarás.
Venida a las santas paredes,
Abandono también nuestro hogar.
Oh capitán capitancito,
Tú que el gorrito has de llevar.
Hoy seré la princesa de blanco,
Mas mi pañuelo es azul como el mar.
Oh capitán capitancito,
Tú que bellas sirenas verás.
No te olvides de tu enamorada,
Ella te va a recordar.
Oh capitán capitancito,
Tú que lejano te vas a soñar.
Esta noche duermo en otro lecho,
No podré sino tu beso añorar.
Oh capitán capitancito,
Tú que la orden sabes dar.
Manda a mi esposo mi mano,
De su anillo librar.
Oh capitán capitancito,
Tú que hoy me has de dejar.
Antes que traicionarte,
En el cielo me vas a encontrar.

lunes, 18 de junio de 2012

De mujeres que ya no lo son


Ana María se muere a trozos detrás de las cortinas. Ana María, qué nombre tan santo, es más puta que todas las putas porque se ha vendido entera a cambio de cuatro paredes desconchadas y amenazas que ella misma alimentó.
Ana María, ave marías le decían las monjas en el colegio que rezara, levanta la cabeza solo para rogarle a Dios. Porque de tan gacha que la lleva al sol de la mañana, el único capaz de vislumbrarla tras los visillos translúcidos, ya se le ha olvidado el color de sus ojos y quizás por eso la luz se le ha apagado y llena el cielo madrileño de desánimo.
Porque los ojos de Ana María eran más verdes que el más verde de los campos, un campo de abetos fríos, un campo de esmeralda suave pegado al mar, y mira, también eran más verdes que el mar tropical de los sueños ajenos. Ahora yo ya no sé de qué color son, grises quizás, porqué no, si su corazón y su sonrisa eran más blancos y más libres que un lucero solitario y ahora se han vuelto cenizos como estrellas muertas.
Ana María sabía bailar, aunque se moviera discreta entre briosas piernas tostadas, ella con su escote blancuzco y sus ademanes mudos, a pesar de todo esto podía marcarse unos buenos pasos y encandilar al más chulo de todos. Porque Ana María era una mujer, sería la más tímida y la más buena de todas las mujeres del bar, y del barrio, y de Madrid, y quién sabe si del mundo entero, pero era una mujer. Quién sabe, quién sabe si no habría mujer menos lanzada que Ana María en todos los rincones de este universo. Pero mujer era, de la cabeza a los pies, desde la curva de su cadera hasta la dulzura de sus ojos, des del velo de sus pestañas hasta la grandeza de su alma.
Ana María ahora es un despojo. Un trapo, un harapo, un jersey deshilachado, un sujetador desgarrado. Un zurcido mal hecho, como el que le cierra las heridas, de los huesos y del corazón. Se pudre bajo las palabras malsonantes, se marchita entre los ataques viperinos, se desmorona entre bofetadas ocasionales.
Ana María ha perdido el brío que un día logró que hasta las bocas más salvajes le susurraran un ‘te quiero’ a su sonrisa amansada, ha perdido la armoniosa combinación de su dedo chupeteado y la cuerda de la guitarra, ha perdido la tierna habilidad para soltar latinajos sin causar repelencia, ha perdido por encima de todo un labio que de tan partido ya ni sabe besar.
Aunque, ¿a quién iba a besar Ana María?, espero que a su verdugo no, porque por putas que sean, hasta las mujeres más desgraciadas se cuidan de respetar una pequeña parcela de su antiguo yo…
Y eso que de Ana María, que si pudiera ahogaría la mirada en las cenizas para apagar su brillo rebelde, ya no me sorprendería nada.

Dentro de Mí y otros cuentos de Rebeldes sin Causa

Dentro de mí las palabras brotan entre cucharadas clandestinas de miel, entre el tic-tac del reloj a medianoche y el primer rayo de sol de la mañana, entre una dulzura que no conoces y una rebeldía sin cauces. Dentro de mí aún soy una niña cuando vuelo sobre sueños de carne y papel, y luego cambio de antifaz y me miro al espejo para intentar ver algo más que un proyecto de mujer. Pero en realidad dentro de mí hay una letra que crece, que desbroza inercia y timidez, que sobresale entre mis pestañas abra o cierre los ojos. La letra a veces se tiene que labrar el camino abriendo heridas, otras le tiendo las manos llenas de luz y las más duerme camuflada entre toques de ordinaria adolescencia.
Indecisión pura, dinamita silenciosa, sonrisa incipiente y lágrima peleona. Páginas crujientes y pantalla líquida, frustrantes depósitos de promesas invisibles. Yo soy la que siempre se esconde tras las demás, pero con la tecla bajo el dedo y el cielo sobre la cabeza (en medio hay un techo que mi imaginación derruye); puedo olvidar cualquier duda y plasmar las ideas revueltas en cualquier Word.
Espero que alguien explore mis sueños desde sus lejanos problemas y pueda olvidarlos un rato para conocer borrachas desbaratadas, recién casadas de papel, esclavas de un mundo gris y algún que otro galán callejero. Y si eso un día la pluma se atreva a recrear dragones que puedan llevarme, llevarnos, aún más lejos...
Bienvenidos a Dentro de Mí, que en realidad debería llamarse Dentro de Mí y otros cuentos de Rebeldes sin Causa.


La Freneza kaŭĉuko anasoj