jueves, 20 de junio de 2013

Lo único feo cuando no es perfecto es el ballet


                                             
                                     Lo único feo cuando no es perfecto es el ballet.



Así que quiérete. Olvídate de todo lo que hayas oído a lo largo de tu vida, porque no es cierto.

Las princesas no existen, el amor no es el final del camino ni ser feliz la única forma de andarlo. Ninguna de tus mañanas tendrá el sabor meloso de los copos de maíz ni tu cuerpo se verá nunca como te lo muestran los anuncios televisivos. No te rescatará del dragón el hombre de tus sueños, tendida entre sus brazos, pero sí puede tomarte de la mano alguien lo suficientemente fuerte como para tirar de ti fuera del agujero. O, en el peor de los casos, serás tú quien deba impulsarse sola. Sobre tus propios codos y rodillas desolladas.
Las únicas curvas que aparecen al crecer son las que toman las lágrimas sobre tus mejillas. Tu alma gemela casi nunca te ama incondicionalmente, sino como un hermano. Incluso puede que no la hayas encontrado todavía y ese mejor amigo que no necesita de las promesas de madrugada de las películas de tu infancia vague por el mundo, perdido también, con la compañera de viaje equivocada probablemente.
Te han mentido. Se supone que llegan los mejores años de tu vida, pero acabas de dejar atrás el placer de la inconsciencia -esa bendita época en la que, aunque dolían igual los problemas, al menos estos no emergían de las profundidades de tu propia mente-. La realidad no se te revela lentamente, como un regalo envuelto primorosamente, sino que te golpea en la cara y te rompe los dientes.
 De repente toda tu ciudad parece girarse a cuchichear sobre tu pelo, tus defectos, tus decisiones a tu paso. Y sin embargo las voces en tu cabeza gritan. Tanto, que te estallan los tímpanos y tienes que llorar durante largas horas, pero parece que la cosa nunca mejora.
No digo que te vayas a morir. No digo que peligre tu cordura o que el amor propio sea como el oxígeno, y al faltarte dejes de respirar. Además, si se supone que todas pasamos por esto, entonces todas las que seguimos vivas lo hemos sobrevivido. ¿No?
Pero esto ya te lo va a decir tanta gente. La misma que muestra indulgencia cuando intentas inútilmente explicar cómo de defectuoso es tu funcionamiento, que se ve tan rabiosamente perfecta en los espejos. Así que mejor yo no te lo repito.
Y no infravalores la potencia de las metrallas que se disparan en tu cabeza. Sí que hay gente que se muere por eso. Sí que hay gente que se revela incapaz de pasar por encima del propio desprecio. Y es entonces cuando la pandilla de hipócritas se rasgará las vestiduras y todo adquirirá un irónico carácter clínico.
Tampoco menosprecies tus conflictos en favor de los de otros. Hay tantos cánones que la sociedad ha creado para ti, tantos moldes en los que toca encajar, tantas coreografías que se supone debes bailar sin tropezarte nunca a pesar de la inexistencia de ensayos previos. Siempre va a haber algo en lo que falles, por ser mujer o fea o gorda o negra o gay. O sencillamente estúpida a los ojos de los demás. Por no ser de las que se atornillan con tal fuerza la máscara de la felicidad a la cara, que acaban por creerse la manida cantinela de una vida sin más preocupaciones que las que vienen de fuera.
Y no serán menos profundas tus heridas porque te empeñes en llamarlas rasguños.

Lo único feo cuando no es perfecto es el ballet.

El resto de cosas en este mundo son monedas de dos caras. Ni todos los números son pares, ni hallarás perfección áurea en las caras más bellas. Las matemáticas pierden el sentido cuando las trasladas del papel al corazón y las pesadillas existen desde que empezaron a soñar los primeros hombres. Pero sin ellas, no sabrían tan dulces los sueños bonitos.
Algunas mañanas te levantarás con cara de "no-debería-haber-nacido". Es probable que hasta tengas razón y, de hecho, no seas ninguna muñequita preciosa; pero el tiempo te convertirá en un cisne. El tiempo y ese cambio en tu mirada que te permite apreciar el brillo de tu propio reflejo.
Será entonces cuando se calmen las tormentas, cuando comprendes que no necesitas ser perfecta para ser bella. De hecho, no quieres ser perfecta.

Detestarías ser perfecta.

                                                             Yo misma lo detestaría.

                                   Fuckin' Perfect, P!nk